EL SEMINARIO DE SAN ANTONIO EL GRANDE

El día 08 de septiembre de 1998, fiesta del nacimiento de la Santísima Madre de Dios, su Eminencia el arzobispo metropolitano Antonio Chedraoui inicia la obra del seminario en una propiedad que él mismo donó a la Iglesia ortodoxa antioquena de México. Esta propiedad de 18 hectáreas se localiza en el municipio  de Jilotepec, Edo. de México, 90 Km. al norte del D.F.

El día 31 de julio de 1999, con la bendición de sus Eminencias Arzobispo Antonio Chedraoui y arzobispo Sergio Abed metropolita de la arquidiócesis de Chile, se bendijo la primera piedra de la capilla del seminario dedicada a San Antonio el Grande, padre del monaquismo.

Los últimos seis meses del 2001, cinco pintores rusos se encontraron en el seminario con invitación de su eminencia. Los iconógrafos, durante estos meses realizaron en la capilla una obra maestra del arte iconográfico bizantino, única en su género en Latinoamérica, resaltando la luz mística del arte eclesiástico ortodoxo cuyo objeto es levantar la mente, o mejor dicho, todo el ser de sus intereses mundanos hacia la Verdad a la cual se debe dirigir todo interés:  Jesucristo, el  Omnipotente (Pantocrátor) cuyo imagen ubicada en el interior de la cúpula nos recuerda que Él es el Capitán del barco de la salvación.

Con la Gracia de Dios, y cada una de las manos: materiales, oraciones, apoyo de los fieles y bienhechores, el edificio y la capilla del seminario son, ahora, una realidad.

El proyecto total de esta obra se enfoca hacia la formación y preparación sacerdotal para nuestra arquidiócesis y para los países latinos que tienen presencia ortodoxa. Ya que en Latinoamérica no contábamos con un semillero que dé formación ortodoxa a hispanoparlantes.

Su función no será exclusiva de lo dicho ya que también es una fuente espiritual para nuestros fieles. Hasta ahora se han realizado 2 retiros para la juventud en los cuales los jóvenes, con mucha alegría, han vivido una experiencia de encuentro con el rostro del Señor, y con ellos mismos, lo que será un volioso equipaje para su vida.

Le pedimos a Dios que haga crecer a esta planta para que, dando fruto, se glorifique su honorabilísimo y magnífico nombre.