23 de marzo de 2003

 

DOMINGO DE SAN GREGORIO PALAMÁS

 

 

“Alégrate! Oh orgullo de los padres, boca de elocución de la teología, morada de la tranquilidad, casa de la sabiduría, jefe de los maestros y profundidad de la palabra. ¡Alégrate! Instrumento de la labor, plenitud de la teoría y sanador de las enfermedades humanas. ¡Alégrate! Oh padre, arca del Espíritu, en tu vida y después de la muerte.”

Exapostelarion

TROPARIOS

Tropario de la Resurrección (Tono 6)

Los Poderes Celestiales aparecieron sobre Tu venerable sepulcro  y los guardias quedaron como muertos, y se plantó María en el sepulcro, buscando Tu Purísimo Cuerpo; sometiste al infierno sin ser tentado por él y encontraste a la Virgen dando la vida. ¡Oh Resucitado de los muertos, Señor, gloria a Ti!

Kondakion de la Gran Cuaresma (Tono 8)

“Yo, Tu siervo, oh Madre de Dios, te canto el himno de triunfo, oh Guerrera y Defensora.  Te presento mi agradecimiento, oh Salvadora en los apuros.  Y como tú eres invencible, líbrame de los múltiples peligros, para que pueda exclamar: Regocíjate, oh tú, novia sin novio.”

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS HEBREOS

(1,10-2,3)

"...Tú, al comienzo, ¡oh Señor!, pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; todos  como  un vestido envejecerán; como un manto los enrollarás, como una vestido, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo y tus años no tendrán fin." Y ¿a qué ángel dijo alguna vez: "Siéntate a mi diestra,  hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies?" ¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?

Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos. Pues si   la    palabra    promulgada   por medio de los ángeles obtuvo tal firmeza que toda trasgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo saldremos absueltos  nosotros  si descuidamos   tan  gran salvación? La cual comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron.

EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS

(2,1-12)

En aquel tiempo: Jesús entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa.  Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra.  Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro.  Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.  Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados.”  Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: “¿Por qué éste habla así?  Está blasfemando.  ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?”  Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: “¿Por qué pensáis así en vuestros corazones?  ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’?  Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados –dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’.”  Se levantó y, al instante, tomando la camilla salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: “Jamás vimos cosa parecida.”

LA CURACIÓN DEL ALMA Y DEL CUERPO

“Hijo, tus pecados te son perdonados.”

¿Por qué en lugar de curar de entrada la enfermedad del paralítico de Cafarnaúm, el Señor comienza por decirle: Hijo, tus pecados te son perdonados?, ¿Por qué no le pregunta si quiere curarse y lo sana inmediatamente de su dolencia física como al paralítico de Jerusalén que llevaba ya 38 años enfermo?  Siendo el origen del mal de igual naturaleza, esto es, el pecado, la fe en uno y otro es de diferente calidad. El enfermo de la piscina la Probática “no sabía quien era” Jesús. Esperaba que las aguas se agitaran y que alguien le ayudara para entrar el primero en ellas. Y es el Señor quien “viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo”, se acerca a él.

El paralítico del Evangelio de hoy, en cambio, luchando contra todas sus  debilidades y busca encontrarse con el Salvador para ser sano. Solo la plena certeza de que el Hijo de Dios esta entre nosotros y nos salva, puede mover la voluntad a superar cualquier obstáculo y soportar toda clase de penalidades además de la enfermedad. Porque no es poca cosa el convencer a las personas que cargaron la camilla, abandonar la intimidad del lecho y exhibir las dolencias a la gente; sobreponerse al desánimo y la desesperación de no poder entrar por la multitud que se agolpaba hasta la puerta; afrontar con firmeza los peligros y las penas de ser elevado al techo, ser introducido por la abertura y luego descolgado ante la presencia del Señor.

Grande era su debilidad pero más grande era su anhelo de acercarse a Dios que cuando estuvo ante él, quedó absorto y no abrió la boca para decir algo. Fue con hechos, más que con palabras como el se condujo. Por eso solo esperó.

El Señor escudriñó en su interior, y lo encontró más dañado que su cuerpo, por ello atiende primero a la raíz del mal, el alma enferma de pecado, y le dice: Hijo, tus pecados te son perdonados . Y, una vez restaurada, regenera después el cuerpo.

El evangelista también nos dice: “al ver Jesús la fe de ellos”, es decir, no sólo la fe del enfermo, sino también la de los cuatro que cargaban la camilla, perdonó los pecados del primero. Ciertamente la fe de estos estaba ligada a la sanidad del paralítico, pero ellos también tenían puesta su esperanza cierta en la misericordia del Señor. Uniendo su fe a la del necesitado, cooperaron con él, se esforzaron, perseveraron, se humillaron. En suma soportaron sin impacientarse todas las pruebas derivadas de su relación con el paralizado. Es una manera muy honorable y eficaz de interceder por el prójimo, de mover a compasión, de rogar al Señor que derrame su bondad. No es otra cosa lo que se hace cuando se pide por el amigo, el familiar, el viajero, etcétera, para obtenerle la gracia o liberarlo de algún mal.

Pidamos al Señor que nos fortalezca como al paralítico para buscar firme y pacientemente nuestra salud espiritual y corporal.                                

SAN GREGORIO PALAMÁS (1296-1359)

Creció en una familia cristiana piadosa, en un ambiente culto donde estudió la Retórica, pero desde pequeño anhelaba la vida monástica, así que, al llegar a la edad de 20 años, se marchó con su hermano hacia el monte Athos donde se dedicó a buscar la divina sabiduría con devoción, humildad y austeridad. Su nombre sobresalió entre los monjes, por tanto, unos años más, fue elegido abad  de un monasterio en Athos. Extrañando la vida de la soledad, no pudo quedarse en su posición más de un año, así que regresó a su ermita.

Desde su celda el monje Gregorio se enfrentó con una persona, llamada Barlaam, griego-italiano culto que estaba enamorado de la filosofía antigua griega, a tal grado que elevaba a los filósofos a la postura de los apóstoles en    el conocimiento de Dios. Afectado por el dualismo de la filosofía griega, Barlaam despreció el cuerpo como obstáculo para el alma. San Gregorio  le contestó con la experiencia de la Iglesia “vuestros cuerpos son santuarios del Espíritu Santo”, lo que piden los cristianos no es liberarse del cuerpo, sino de los deseos y pasiones carnales.

Gregorio y Barlaam intercambiaron escritos ofensivos durante tres años, hasta que se reunió el concilio (1341) en Constantinopla, donde se confirmó la recta fe de Gregorio y se condenó la enseñanza de Barlaam. 

Gregorio fue elegido metropolita de Tesalónica donde permaneció 12 años durante los que predicó con la palabra de Dios, educó las almas y conservó la recta fe, ni siquiera su enfermedad que concluiría con su muerte, sería un obstáculo serio en su ardua labor. En el transcurso de los últimos días de su vida, exclamaba con frecuencia, “lo celestial es para los celestiales”como si estuviera viendo abiertos los cielos. Su muerte era el bienaventurado final de una vida milagrosa en este mundo, e inicio de una eterna, cerca del divino trono.

Su lucha por la ortodoxia era conocida para todos sus contemporáneos, así como su santidad,  sus milagros durante la vida y después de muerte. Todo esto provocó el unánime reconocimiento del pueblo a su santidad la cual fue anunciada no más de 10 años después de su muerte, y determinándose el día de su recuerdo en  el segundo domingo de la Cuaresma.