6 de julio de 2003
3°
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
“Cristo ha resucitado. Nadie puede dudarlo
porque se ha aparecido a María; después
se dejó ver por los que iban a pescar; se manifestó a sus once
complacientes estando sentados, a quienes
envió a bautizar, y subió al cielo de donde descendió probando sus
enseñanzas con muchos milagros.”
(Exapostelarion)
Cuando descendiste a la muerte, oh Vida Inmortal, mataste al Hades con el rayo de tu divinidad, y cuando levantaste a los muertos del fondo de la tierra, todos los poderes Celestiales clamaron: ¡Oh dador de vida, Cristo Dios, gloria a Ti!
Oh Protectora de los cristianos indesairable; Mediadora, ante el Creador, irrechazable: no desprecies las súplicas de nosotros los pecadores, sino acude a auxiliarnos como bondadosa que eres ya que te invocamos con fe. Sé presta en intervenir y apresúrate con la súplica, oh Theotokos, que siempre proteges a los que te honran.
CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS
(5,1-10)
Hermanos:
Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra
justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por
quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia
en la cual
nos hallamos, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las
tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia,
virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por
el Espíritu Santo que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía estábamos
sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió
por los impíos; -en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por
un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios
nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió
por nosotros. ¡Con cuánta
más razón, pues, justificados ahora
por su sangre, seremos por Él salvos de
la cólera! Si cuando éramos
enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta
más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
(6, 22-33)
Dijo el Señor: “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso, pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
“Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
“Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos?
“Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas estas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas estas cosas se os darán por añadidura.
NO NEGLIGENCIA, SINO ATENCIÓN
“No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis,
ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis.”
¿Acaso
es una invitación a la negligencia y pereza?, ¿es un llamamiento negativo para
que meditemos sobre “las aves del cielo” y “los lirios del campo”, que
crecen sin preocupaciones, descargándonos de nuestras responsabilidades y tirándolas
al hombro de Dios?
Cuando
los tesalonicenses, malinterpretando los consejos de San Pablo sobre la vigilia
espiritual, se despojaron de sus responsabilidades cotidianas, él los regañó
diciéndoles: “si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma” (1Tes.3, 10).
Los mismos apóstoles trabajaban para poder vivir y predicar la palabra de Dios.
Y la vida monástica es un testimonio eclesiástico de que el trabajo forma una
parte importante de la vida cristiana. Entonces, ¿cómo entender la
advertencia: “no andéis preocupados por vuestra vida...”?
La
interpretación de lo que se quiere decir está en el final
del mismo versículo bíblico: “Pues, ¿no vale más la vida que el
alimento, y el cuerpo más que el vestido?” con otras palabras, ¿quién es más
importante, el estómago o su dueño; el vestido o el alma de quien se lo viste?
¿quién sirve a quién? Estas interrogaciones llevan en si la clara respuesta que nos
acusa en el corazón de nuestra vida: Tú,
oh hombre, eres el querido de Dios, no vendas el alma para comprar el bocado; no
sacrifiques la imagen de Dios en ti a cambio de lo material; no olvides que la
vida no es lo que comes sino lo que eres.
El
evangelio de hoy no conduce a ningún derrotismo o negativismo ante las
responsabilidades de la vida. A lo que nos invita es a llamar a las cosas por su nombre, desenmascarar los
falsos dioses cuyo reino es efímero, y buscar “primero el Reino de Dios”, del
único y verdadero Dios nuestro.
Atención;
“Buscad primero el reino de Dios y su justicia” es nuestro criterio
en la búsqueda de las otras cosas. Alimento, revestimiento, dinero y trabajo
son las necesidades-tentaciones ante las cuales, muchas veces, olvidamos la ética
que la Divina Liturgia nos plantea:
“apartémonos
de todo interés mundano para que
recibamos al Rey de todos.”
ENSEÑANZAS DE SAN SISOÉ
El 6 de Julio la Iglesia recuerda a San Sisoé (de cuyo nombre se deriva el apellido árabe o nombre “Cesín”). Padre Sisoé vivió en el siglo V, fue monje en el desierto de Egipto. Su fama se difundió entre los fieles que acudían a él pidiendo su bendición y procurando consejo espiritual. Compartamos algo de sus enseñanzas.
Un
hermano, al haber sido maltratado, se levantó y vino con el Padre Sisoé y le
dijo: “mi hermano me maltrató y quiero vengarme.” El Padre le suplicó:
“no, hijo mío, eso no es tuyo, pues es de Dios.” Contestó el hermano:
“no descansaré hasta vengarme de él.” Entonces el Padre le dijo: “vamos
a orar juntos” y al hacerlo comenzó Sisoé a decir:
“Señor, ya no necesitamos tu providencia, ni tu cuidado para nosotros;
ya no eres nuestro auxilio, pues este hermano nuestro quiere depender de si
mismo, seguir sus deseos y vengarse de su hermano.” Al escucharlo, el hermano
cayó a los pies del padre y le dijo: “perdóname, ya no quiero la
venganza.”
Algunos
preguntaron al padre Sisoé: “¿Si un hermano cae, no debe arrepentirse por un
año entero?” Dijo él: “Eso es muy duro”, dijeron: “¿entonces, le
bastan seis meses?”, contestó: “Es mucho”, dijeron: “¿cuarenta días?”.
Dijo “También es mucho”. dijeron: “¿pues qué: si cae en el pecado,
puede participar, de inmediato, con los hermanos en la Liturgia?”. El padre
les dijo: “No. Pero un poco de tiempo es suficiente para arrepentirse; tengo
fe de que, cuando el hombre se arrepiente de todo corazón, Dios lo acepta y le
perdona.
Un hermano preguntó al padre Sisoé: “¿Qué hago, padre, ya que he caído?. Le contestó el padre: “levántate pues”. Dijo el hermano: “me había levantado pero me volví a caer.” Le dijo el padre: “levántate de nuevo.” Le dijo el hermano: “¿y hasta cuándo?” Lo contestó el padre Sisoé: “hasta que te mueras, pues el hombre está expuesto a caer pero no tiene que desesperarse de la misericordia de Dios.”