16 de febrero de 2003

 

EL DOMINGO

DEL FERISEO Y EL PUBLICANO

 

 

de la soberbia reprobada del fariseo, huyamos; y la humildad aprobada del publicano, aprendamos, para que, con él, subamos exclamando a Dios: perdónanos, a tus siervos, oh Cristo salvador que por tu voluntad naciste de la Virgen, soportaste la Cruz por nosotros, y contigo levantaste al mundo por tu poder divino.

“Exapostelarion”

TROPARIOS

Tropario de resurrección (Tono 1)

Aunque la piedra fue sellada por los judíos y tu purísimo cuerpo custodiado por los soldados, resucitaste, oh Salvador, al tercer día, dando la vida al mundo. Por ello, los Poderes Celestiales clamaron, oh Dador de la vida: Gloria a tu Resurrección, oh Cristo.  Gloria a tu Reino. Gloria a tu Providencia, oh Único Filántropos

Kondakion del domingo (Tono 4)

Evitemos las palabras del fariseo soberbio; aprendamos la humildad del publicano, y exclamemos compungidos al Salvador: ¡Ten piedad, oh Único y Buen Reconciliador!

LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO

(3:10-15)

Timoteo, hijo mío, tú, en cambio, me has seguido  asiduamente en mis enseñanzas, conducta, planes, fe, paciencia, caridad, constancia, en mis persecuciones   y sufrimientos, como los que soporté en Antioquía,   en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones hube de   sufrir!  Y de todas me libró el Señor. Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones. En cambio los malos y embaucadores irán de mal en peor, serán seductores y a la vez seducidos.     

Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y  en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo  aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas  Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la   salvación  mediante la fe en Cristo Jesús.

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

(18:10-14)

Dijo el Señor a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: “Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.  El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios!  Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano.  Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias.’  En cambio el publicano manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios!  ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’  Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no.  Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.”

LA HUMILDAD Y LA JUSTIFICACIÓN

Hoy se inicia el período preparatorio de la Gran Cuaresma denominado Triodion (tres odas; usualmente en el canon de los maitines dominicales se cantan ocho odas y en este lapso solo se entonan tres) Consiste de tres domingos y una semana preliminar de ayuno parcial que culmina con el domingo del Perdón. El primer domingo de esta preparación cuaresmal es precisamente el del Fariseo y el Publicano, lo sigue el domingo del Hijo Pródigo y el tercero llamado del Juicio Final. Conviene señalar, que la observación de esta pre-cuaresma se introdujo en la Iglesia en forma generalizada, a partir del siglo X.

Durante este tiempo se invita insistentemente a los fieles a la oración, al arrepentimiento y al Santo Temor de Dios.

Como una introducción a este período, en los últimos domingos hemos oído hablar a los padres del deseo intenso de Zaqueo por ver al Señor y de la actitud de la mujer cananea que busca sin desmayos, humilde y pacientemente la gracia de Dios. En verdad, este tiempo es muy propicio para llevar adelante un mayor esfuerzo y disponer nuestro cuerpo y alma a virtudes y anhelos semejante a los de estos dos personajes bíblicos.

Es por eso que mediante el relato del fariseo y el publicano que suben al templo a hacer oración, el Evangelio de hoy nos muestra claramente el camino correcto para acercarse a Dios, establecer con él una relación amistosa y obtener de él una respuesta a las demandas que se le hacen.

El fariseo comienza su oración enunciando todas sus virtudes y ensalzándose: “Yo no soy como todos los hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano.” Es decir, Yo no soy pecador, nos diría. ¡Uno sólo no peca -según él- sino que hasta hace obras buenas: ayuna y da el diezmo! ¿Qué necesidad tendría éste de la misericordia de Dios? En realidad, ninguna: se complace plenamente consigo mismo, está completamente satisfecho de sus obras que hasta se enorgulle de ellas. Ciertamente no pide misericordia, pero reclama, sin embargo que se le reconozcan los méritos de su propia justicia. ¡Qué arrogancia y que ceguera! Arrogante porque en lugar de clamar: “Te alabo Dios mío con todo mi corazón y glorificaré tu nombre para siempre” (Salmo 86), él prefiere alabarse a sí mismo y hasta felicitarse. Ciego porque no alcanza a ver que en su corazón no hay sitio para Dios porque su lugar esta ocupado por el egoísmo, la soberbia, la ingratitud y el menosprecio por los demás.

Todo lo contrario es la disposición anímica del publicano. se humilla, reconoce sus pecados y pide misericordia. Esta insatisfecho consigo mismo y descontento con sus obras: se abaja y lo confiesa. Quiere cambiar interiormente y en sus acciones exteriores. Volverse a Dios y darle la espalda a su vida de pecado. Tiene arrepentimiento. es pobre de espíritu. Dios lo escucha y los hace partícipe de su justicia divina.

 Los Padres del Desierto sintetizan todo esto en un Apotegma: "Es mejor un hombre que ha pecado y reconoce sus faltas y se arrepiente, que otro que no ha pecado y piensa de sí mismo que es justo"

No nos tengamos por justos ni despreciemos a los demás, mejor clamemos con el publicano: "¡Oh Dios! ¡Sed propicio a mi el pecador" para que el Señor nos haga partícipes de su justicia.

SAN ONÉSIMO Y LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A FELIMÓN

A San Onésimo recordamos el día 14 de febrero. Algunos testimonios mencionan que fue ordenado obispo de Beria y que murió como mártir de la fe en Roma.

Onésimo es el objeto directo de la carta del Apóstol Pablo a Filemón (la carta más pequeña de San Pablo)

Filemón, a quien san pablo envió su carta, era un hombre desahogado de Colosi, recibió la fe de mano de San Pablo, así que abrió su casa como una iglesia donde se reunía la asamblea de Colosi.

Onésimo era un siervo de Filemón, pero un día le robó y huyó de la ciudad. Por algúna razón, el siervo Onésimo se encontró en la cárcel junto con San Pablo quien le enseñó el evangelio de la salvación, así que, aceptando la fe, se bautizó. “te ruego a favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo” Escribe San Pablo a Filemón.

San Pablo manda, con el mismo Onésimo, una carta dirigida al amo Filemón pidiéndole que acepte al ya “útil para ti y para mi” Onésimo pero “no como un esclavo, sino como algo mejor que un esclavo: como un hermano querido.”

la carta, aún pequeña y de asunto personal, mas nos enseña el amor pastoral que tiene san pablo a ambos sus hijos espirituales de diferentes niveles sociales:

Aunque San Pablo tenía una palabra tan respetable en todas las Iglesias, vemos que no está ordenando a Filemón, sino pidiéndole con mucho cariño “aunque tengo en Cristo bastante libertad para mandarte lo que conviene, prefiero más bien rogarte en nombre de la caridad, yo, este Pablo ya anciano, y además ahora preso de Cristo Jesús.”

También, aunque le manda al siervo Onésimo para que sea recibido de nuevo en la casa del amo, habla de él con mucho respeto, no recordando su pasado sino el cariño que le tiene “te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón.”

Entre las líneas de esta carta, el mensaje del cristianismo no determina ningún orden social del mundo cuyo construcción es efímera, alterable y corruptible, sino pretende liberar a los hombres y hacerlos que, encontrándose en cualquier estructura social y de cualquier época, sientan, vivan y reaccionen como libres, pero con la libertad que Cristo otorga.