13 de abril 2003

 

5° DOMINGO DE LA GRAN CUARESMA

DE SANTA MARÍA EJIPCIACA

 

 

“Como te hemos obtenido ejemplo del arrepen­timiento, ¡Oh piadosa María! Suplica a Cristo, que nos lo otorgue en este tiempo del Ayuno, para que con anhelo y fe, con himnos te alabamos”

Exapostelarion


TROPARIOS

Tropario de la Resurrección (Tono 1)

Cuando la piedra fue sellada por los judíos y tu purísimo cuerpo fue custodiado por los guardias, resucitaste al tercer día, oh Salvador, concediendo al mundo la vida. Por lo tanto, los poderes celestiales clamaron a Ti, Oh Dador de Vida: Gloria a tu Resurrección, oh Cristo, gloria a tu Reino,  gloria a tu plan de salvación, oh Único, Amante de la humanidad.

Tropario de Santa María. de Egipto (Tono 8)

“En ti fue guardada la imagen de Dios fielmente, oh Justa María,  pues tomando la cruz seguiste a Cristo y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, pues esta es efímera y a cuidar, en cambio el alma inmortal. Por eso hoy tu espíritu se alegra junto con los ángeles

 

Kondakion de la Gran Cuaresma (Tono 8)

A ti, María, te cantamos como victoriosa; tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento, pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado. Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza, de los múltiples peligros libéranos. Para que exclamemos a ti: ¡alégrate oh Novia, sin novio!

EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS HEBREOS

(9,11-14)

Hermanos: Presentóse Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de  hombre, es decir, no de este mundo. Y penetró  en  el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna. Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los  contaminados, en orden a la purificación de la carne, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!

EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS

(10,32-45)

En aquel tiempo: Iban por el camino subiendo a Jerusalén y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo.

Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: “Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, a y a los tres días resucitará.”

Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: “Maestro, queremos nos concedas lo que te pedimos.”  Él les dijo: “¿Qué queréis que os conceda?”  Ellos le respondieron: “Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.”  Jesús les dijo: “No sabéis lo que pedís.  ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?”  Ellos dijeron: “Sí, podemos.”  Jesús les dijo: “La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado; pero sentarse a mi diestra o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.”

Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan.  Jesús, llamándoles, les dice: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder.  Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos.”

 COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

Mientras estamos a las puertas de la Semana Santa, la Iglesia nos lee este evangelio en el que Cristo prepara a sus discípulos por tercera vez: “mirad que subimos a Jerusalén, y el hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte...” Cristo se dirigía hacia su Pasión por su voluntad.

Pero los discípulos aun entendían que el reinado de Cristo como una autoridad política mundana, esperaban que Cristo que es el Mesías, en un momento dado, gobernaría al pueblo israelita. Así que Juan y Santiago pidieron una porción en esta autoridad. Los otros diez se enojaron con ellos, no porque tenían una visión más clara de la misión de Cristo, sino porque los dos hermanos lo habían pedido sólo para sí mismos, sin los otros diez. Cristo clarificó ¿qué es la esencia de su reinado; cómo se ejerce su autoridad; y por cuál medio se logra obtener?

“¿podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?”; les explicó que el trono de su gloria se consigue por la cruz. Ellos contestaron positivamente, “si podemos” sin entender lo que estaban diciendo, lo que les importaba era conseguir aquella gloria mundana, de cualquier manera.

En aquel momento Cristo les respondió “la copa ... sí beberéis... pero, sentase a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino es para quienes está preparado”; En verdad, Cristo no pretendía reducir su carga divina del juicio, pues Él es el que “vendrá segunda ves... a juzgar a los vivos y a los muertos” como confesamos en el credo, sino enseñarles que ha encarnado y venido al mundo no para repartir porciones en el Reino sino para mostrar cómo se conquista este Reino, pues está preparado para quienes saben conquistarlo.

Estos conquistadores, continua Cristo, no son de los jefes de las naciones que “las oprimen con su poder” sino los grandes quienes, por la cruz, se vuelven servidores; los nobles quienes, por el amor divino, lavan los pies de los demás; los fuertes quienes ven a Cristo en el rostro de los débiles. ¡Cuán lejos está el pensamiento de Cristo del correspondiente a la civilización de este mundo!, el que, un día, lo había comprendido dijo: “efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar los más que pueda.” (1Cor.9,19).

SANTA MARÍA EJIPCIACA

Es un gran ejemplo del arrepentimiento, digno de contemplar y seguir estando en las proximidades de la Semana Santa. La biografía muestra a una joven rebelde ahogada en el libertinaje sin límites, que se convierte en una arrepentida también sin límites.

La joven, María, era cristiana de nacimiento, que huyó de su familia y fue a Alejandría para vivir según sus deseos. Su biografía muestra que no se había separado, totalmente, de la Iglesia ya que, un día, se le ocurrió la idea de peregrinar a Jerusalén; su alma, era una mezcla de origen cristiano y conducta miserable.

Mientras estaba en Egipto, nunca pensó en concluir esta demencia, que manifestó en su decisión: peregrinaría a la Tierra Santa y, vendiendo su cuerpo en el barco, pagaría el boleto y los gastos. ¡Qué grave esquizofrenia!

En la Ciudad Santa, María marchó con la muchedumbre hacia la iglesia de la Resurrección. Al llegar al umbral, alguna fuerza le impidió entrar; trató una y otra vez pero no tuvo acceso. En aquel momento, comprendió que la impureza de su vida le estorbaba para besar la Santa Cruz mientras los fieles lo hacían. A la sazón, la pecadora oraba, con mucho llanto, a la Virgen y le prometía que, si pudiera entrar, abandonaría al mundo y a sus deseos.

Saliendo de aquélla iglesia, se dirigió hacia el Río del Jordán, se lavó en él  y más tarde tomó el cuerpo del Señor. Al día siguiente cruzó el Río y vivió en el desierto durante 47 años sin ver a ninguna persona. Padecía el calor en el día y el frío en la noche; y comía lo que encontraba de la hierbas del desierto. María cambió el fuego de los deseos carnales en fuego del amor divino. Se devolvió en estatura de luz.

Muchos años después, a un anciano, llamado Zosimo, mientras andaba en el desierto para pasar la Gran Cuaresma, le pareció ver de lejos un fantasma de persona con cuerpo negro por el sol y cabello blanco, al darse cuenta que era un asceta, la siguió y cuando la alcanzó, ella le dijo que era mujer, y le pidió echarle su manto para que cubriera su desnudez. 

Entonces ella le confesó toda su historia, le pidió al monje que le trajera los santos dones para comulgar. El día de su comunión fue el Gran Jueves Santo. Un Año mas tarde al volver nuevamente Zocimo para darle la comunión, la encontró tendida en el suelo, con el rostro hacia el oriente, y cerca de ella estas palabras grabadas en la arena:

 “Padre Zocimo, entierra el cuerpo de María miserable aquí. Morí el mismo día en que comulgué los dones místicos. Ora por mí.”

Desde que su corazón había quedado extasiado por el Señor, en la iglesia de la Resurrección, no volvió a ver la cara de sus pecados, y sus ojos ya pertenecían nada más a Jesús; se volvió  icono de Él.