21
de julio de 2002
"4° DOMMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS”
“Brillemos en la virtud y, así, veremos a dos
hombres de pie y vestidos de luz resplandeciente dentro del sepulcro del Dador
de la Vida, los mismos que se aparecieron a las Mirróforas que temerosas
inclinaron sus rostros hacia la tierra, y entenderemos la resurrección del Señor
de los cielos. Corramos con Pedro hacia el sepulcro, maravillémonos con el
acontecimiento y esperemos ver a Cristo Vida.”
(Exapostolarion)
TROPARIOS
Tropario de resurrección (Tono
3)
Que se alegren los celestiales y que se regocijen los
terrenales; Porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo, pisoteando la
muerte con su muerte. Nos salvó de las entrañas del Hades y concedió al mundo
la gran misericordia.
¡Oh Ángel con cuerpo, cimiento de los profetas, segundo Precursor de la parusía de Cristo, oh Elías glorioso, que enviaste la gracia de lo alto a Eliseo para que expulsara las enfermedades y purificara a los leprosos! brinda la curación a los que te honran.
Oh Protectora de los cristianos indesairable; Mediadora, ante el Creador, irrechazable: no desprecies las súplicas de nosotros los pecadores, sino acude a auxiliarnos como bondadosa que eres ya que te invocamos con fe. Sé presta en intervenir y apresúrate con la súplica, oh Theotokos, que siempre proteges a los que te honran.
EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS
(6:18-23)
Hermanos:
Liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia. -Hablo en
términos humanos, en atención a
vuestra flaqueza natural-. Pues si en otros tiempos ofrecisteis vuestros
miembros como esclavos a la impureza y al desorden hasta desordenaros,
ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para la santidad.
Pues cuando erais esclavos del pecado, erais libres respecto de la justicia. ¿Qué frutos cosechasteis entonces de aquellas cosas que al presente os avergüenzan? Pues su fin es la muerte. Pero al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para santidad; y el fin, la vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
(8:5-13)
En aquel tiempo: Al entrar, Jesús, en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: “Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.” Dícele Jesús. “Yo iré a curarle.” Replicó el centurión: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace.” Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; ahí será el llanto y el rechinar de dientes.” Y dijo Jesús al centurión: “Anda; que te suceda como has creído.” Y en aquella hora sanó el criado.
LA HUMILDAD Y LA FE
“Os aseguro que en israel no he encontrado en nadie una fe tan grande”.
¿qué es lo que hace “tan grande” la fe de este pagano a los ojos del Señor?
Jesús alabó l a fe de este hombre cuando él explicó la circunstancias de su vida concluyendo: “Señor, no soy digno...; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.”
Las circunstancias de la vida y las responsabilidades son cosas que llenan nuestra vida, las conocemos muy bien, las analizamos y nos interesamos por ellas. Es el conocimiento de lo externo que nos hace entender el entorno en el cual vivimos. Poco a poco este conocimiento llena todos los espacios de nuestra alma con ruidos que impiden que la palabra de Dios encuentre un lugar donde reposar para operar en nosotros.
“Basta que lo digas de palabra”, esta fe del centurión es el fruto de seleccionar (de escoger) más difícil, más aún que levantar un muerto; es la fe que nace de: “el conocerse a si mismo”. El centurión no se satisfizo con solo atender a las responsabilidades de su medio, sino que cultivó sus virtudes y la conciencia de sus pecados. Por eso comprendió que era pecador e indigno y se humilló ante el Señor.
Cuando nos decidamos a abandonar el ruido del conocimiento exterior y entremos en el desierto interior, podremos comprender muy bien la desolación de nuestras almas y su ardiente necesidad de ser colmadas de las virtudes, entonces, podremos exclamar: “no soy digno, basta que lo digas de palabra” y encontraremos la curación.
EL SANTO PROFETA ELÍAS (20 julio)
Nació en la región sudeste de la tierra Santa 9 siglos
antes de Cristo. Provenía de la
tribu de Levi, de la generación de Aarón. Poco antes de su nacimiento, el
reino hebreo se dividió en dos partes: El reino de Judá y el reino de Israel.
El primero lo integraron las tribus
de Judá y de Benjamín, siendo su capital Jerusalén. Ocupaba la región del
medio oriente de la Tierra Santa. El reino de Israel se situaba en la región
septentrional y lo constituían las otras 10 tribus, siendo su capital Samaria.
En los tiempos en que el pueblo hebreo se apartaba de la fe y veneraba a dioses paganos (reinado de Ajan, 877-854 A.c.), Elías sintió el llamado a servir a Dios como profeta y se convirtió en un ferviente defensor de la verdadera fe.
Cuando la sequía y la hambruna azotaron a Israel, el profeta se retiró a un lugar apartado en las cercanías de un arroyo donde un cuervo le traía el alimento. Un año más tarde se estableció en la casa de una pobre viuda, la que a pesar de carecer de alimentos, con la última harina y aceite le cocinó una tortilla y se la dio a comer. Después de esta acción, gracias a la petición del profeta Elías en sus oraciones a Dios, nunca mas faltó harina y aceite en la casa de la viuda para alimentar a su hijo y a su huésped. Cuando el hijo de la viuda repentinamente enfermó y murió, el profeta Elías lo resucitó (1 Rey.17).
Al cabo de 3 años y medio del inicio de la sequía, el profeta Elías reunió en el monte Carmelo al rey Ajab, al pueblo y a los sacerdotes de Baal y les dijo: "Hasta cuando estaréis rengos de las 2 piernas? Si el Señor es Dios, síganlo a Él, y si lo es Baal, entonces sigan a Baal!" Para saber quien era el verdadero Dios, Elías propuso levantar un altar a cada uno de ellos, poner sobre ellos al novillo sacrificado, pero no encender las leñas de los altares. Cada uno invocaría a su Dios para que el fuego cayera del cielo. El Dios que hiciera encender el fuego, sería considerado como El Verdadero! Todos aprobaron la propuesta. Primeramente los sacerdotes de Baal invocaron a su dios, pidiéndole el fuego. Gritaron y bailaron alrededor del altar durante todo el día. Elías comenzó a burlarse de ellos diciéndoles que Baal se había quedado dormido y que deberían gritar mas fuerte. El fuego no cayó. Al anochecer, el profeta Elías ordenó reunir a todos frente a su altar, indicando que alrededor cavaran una fosa y arrojaran abundante cantidad de agua sobre la leña para mojarla completamente. Hicieron así para que nadie dudara del milagro que ocurriría. Después, el Profeta Elías comenzó a rezar: "Escúchame Señor, haz que el pueblo tuyo sepa hoy, que Tu eres el único Dios en Israel y que yo soy Tu siervo." Y cayó fuego del cielo, y quemó todo, la leña, las piedras del altar y el polvo alrededor, evaporando el agua que se juntó en la fosa. El pueblo aterrorizado cayó de rodillas exclamando: "El Señor, es el Dios, El Señor, es el Dios¡" y después de capturar a todos los sacerdotes de Baal, los mató, debido a que, durante muchos años, los habían inducido al engaño. Entonces, el rey y sus seguidores descendieron del monte. y En ese momento se nubló el cielo, y comenzó a llover. La primera lluvia después de tres años! (1 Reyes 18).
En el monte Orbe, cerca del Sinaí, Elías tuvo una visión: primero sintió una suave brisa y luego vio a Dios. El Señor le ordenó ungir como profeta a Elíseo quien sería su sucesor (1 Reyes 19). La vida de profeta de Elías finalizó de una manera extraordinaria: fue llevado al cielo en una carroza de fuego, (2Reyes2:11). El profeta Elíseo presenció este hecho y recibió la capa de Elías con la cuál realizó el primer milagro. El profeta Elías permanece ahora en el cielo, en alma y cuerpo, igual que el antepasado Henoc quien también fue llevado vivo al cielo en alma y cuerpo.
Mediante los grandes milagros que realizó, Elías ayudó
al restablecimiento de la fe en
Dios y destruyó la idolatría. Por
medio de estos hechos, preparó la llegada del Salvador del mundo. Sus contemporáneos,
viendo sobre él la bendición de Dios, lo llamaban "El hombre de
Dios"