22 de diciembre de 2002

 

 DOMINGO ANTERIOR A LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

 

Hoy la Virgen viene a dar a luz inefablemente, en humilde gruta, al sempiterno Verbo. Gózate, oh universo, al escucharlo; alaba, con las potestades y pastores, a quien por voluntad se revela, al nuevo niño, al eterno Dios.

(Kondakion)

TROPARIOS

Tropario de resurrección (Tono 1)

Aunque la piedra fue sellada por los judíos y tu purísimo cuerpo custodiado por los soldados, resucitaste, oh Salvador, al tercer día, dando la vida al mundo. Por ello, los Poderes Celestiales clamaron, oh Dador de la vida: Gloria a tu Resurrección, oh Cristo. Gloria a tu Reino. Gloria a tu Providencia, oh Único Filántropos

Tropario de los Santos Padres (Tono 2)

“Grandes son las obras de la fe; los Tres santos Varones se regocijaron en la fuente las llamas como si fueran las aguas del descanso; y el Profeta Daniel apacentaba a los leones como si fueran corderos: Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, ten piedad de nosotros.”

 

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS HEBREOS

(11:9-11; 32-40)

Hermanos: Por la fe, Abraham peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en  tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas. Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Y ¿a qué continuar? Pues me faltaría el tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas. Estos, por la fe, sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones; apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, curaron de sus enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; las mujeres recobraron resucitados a sus muertos. Unos fueron torturados, rehusando la   liberación   por   conseguir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes cubiertos de pieles de ovejas y de cabras; faltos de todo; oprimidos y maltratados, ¡hombres de los que no era digno el mundo!, errantes por desiertos y montañas, por cavernas y antros de la tierra. Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron  el objeto de las promesas. Dios tenía ya dispuesto algo mejor  para  nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la  perfección.

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

(1:1-25)

Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:  Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Exequias, Exequias engendró a Manases, Manases engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando la deportación a Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakam, Eliakam engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matan, Matan engendró a Jacob y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo.

Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.  Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.  Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.  Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”  Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”.  Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.  Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús.

JESÚS, EL HIJO DE DAVID

Estaba profetizado en el antiguo testamento, que el Cristo  (o Mesías) sería del linaje del rey David y que nacería de una virgen. (2Sam.7:12-13), (Isaías7:14).

Uno de los propósitos del evangelista san Mateo al escribir su evangelio, es demostrar que en Cristo se cumplen las profecías mesiánicas. Al principiar su evangelio San Mateo lo hace plasmando la genealogía de Cristo, en la que empieza por Abraham, pasa por el rey David y termina con José el prometido de la Virgen María. San Mateo hace la aclaración “todo esto aconteció para que se cumpliese  lo  dicho  por  el  Señor  por  medio del profeta.” Y en todo su evangelio el autor sagrado recurre a las profecías, demostrando que Jesús es el Mesías esperado.

Al conmemorar el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, no debemos perder de vista el hecho de que Cristo nace en nuestros corazones y mora con nosotros (Jn13:23) regenerándonos y transformándonos en una nueva criatura. Recibimos a Cristo en nuestros corazones, y si creemos esta verdad, Él  nos dará potestad de ser hechos hijos de Dios Ef.3:17-19).

Ésta es la obra eterna de Cristo en nosotros; antes de que la segunda persona de divina trinidad se encarnara de la virgen María y habitara entre nosotros, estábamos muertos para Dios por el pecado, con el advenimiento de Cristo fuimos redimidos con su preciosa sangre, estamos vivos para Dios y muertos al pecado (Rom6:11).

Conmemoremos el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo no solo con viandas para el cuerpo, sino con viandas para el espíritu, aquilatando la obra inmensa de Cristo.

Muchas cosas ha cambiado Cristo en el mundo, pero falta aún mucho por cambiar, seamos una nueva criatura en Cristo, y transformaremos al mundo para Cristo como son sus deseos.

SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA  

(20 de diciembre)

“Te doy gracias, Señor mío, por que me has hecho digno de tal honor otorgándome la arras del completo amor, y por que, por ti, me encadenarán con hierro, como a tu apóstol Pablo.” Ésta fue la primera impresión que tuvo San Ignacio,  segundo obispo de Antioquia, cuando supo el juicio del emperador: “ordenamos que Ignacio, el que se llama a si mismo llevador al crucificado, se encadene y se dirija hacia Roma donde las fieras lo devoren para diversión del pueblo.”

Así, San Ignacio coronó su santa vida con el martirio el cual esperaba con mucho anhelo. Mientras estaba en camino hacia Roma, San Ignacio supo que los cristianos de aquel lugar trataban  de encontrar una manera para salvarlo.  Inmediatamente les escribió a los romanos una carta afectuosa en la que les rogaba no quitarle la oportunidad de tal “vida”. Quizás, al mencionar unas palabras de esta carta, se reavive en nuestro ser el sentido de la vida como lo veía san Ignacio: dar testimonio a Dios, es decir, “martirio”.

“Dejadme como una presa de las fieras, ellas me llevan a Dios rápido. Trigo soy de Dios y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo...

De nada me aprovecharán los confines del mundo ni los reinos todos de este siglo. Para mí, mejor es morir en Jesucristo que ser rey de los términos de la tierra... se acerca la hora en la cual naceré... perdonadme hermanos: no me impidáis vivir; no os empeñéis en que yo muera... dejadme contemplar la Luz pura. Llegado allí, seré de verdad hombre...

Bello es que nos pongamos con el mundo como ocaso para que amanezcamos en el Señor.”

Por sus intercesiones, Señor Jesucristo, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén.